La campana del dating



La campana del dating


NO SOY MITAD DE NADA,

SOY NARANJA ENTERA…

(Marta Gómez/canción: ‘lo innombrable’)

¡Hola!

¿Qué tal estuvo su fin de semana?

En esta ocasión les ofrezco una “manzana” chistosona, aunque tengo que avisarles que el tono cómico de este post no es necesariamente alegre, sino que más bien sigue, por lo menos a primera vista,  la línea del viejo dicho “reír para no llorar”. Después de esta pequeña aclaración, a quienes me conocen bien, tal vez no les sorprenda que el tema de esta reflexión sea el “dating”, o más concretamente, mis experiencias con el dating.

Como mis conocimientos de estadística son muy limitados, antes de sentarme a escribir, busqué en YouTube una explicación de la campana de Gauss “for dummies” (lo pongo en inglés porque la verdad es que la traducción española, “para idiotas”, me parece no sólo inadecuada, sino también muy agresiva). El tal video, de un minuto y medio, me confirmó la noción básica que ya tenía de dicha función, y que es la siguiente: la mayoría de los fenómenos de esta vida suelen presentarse según un patrón de distribución en el que lo que abunda son las manifestaciones consideradas “promedio” de dichos fenómenos, mientras que sus expresiones “extremas” son mucho más escasas.

Entre más lo pienso, más me convenzo de que mi historial en el tema del dating refleja una perfecta campana de Gauss en la que se dibujan y se delimitan con gran nitidez tres categorías de dates:

En un extremo y con una frecuencia relativamente baja (aunque subjetivamente, la considero mucho más alta de lo que yo quisiera), los dates ESPANTOSOS.

En medio, y abundantes, los dates “PROMEDIO”.

Y en el otro extremo, también escasas (y subjetivamente, las siento aún más escasas) aquellas experiencias que, sin exagerar, puedo calificar como maravillosas.

Mi idea es hacer un recuento más o menos detallado de estas tres áreas de mi campana de Gauss, con el objetivo de, posteriormente, llegar a alguna reflexión que nos pueda ayudar a seguir explorando varios temas importantes, en especial, el de la capacidad de ir sintiéndonos cada vez más “completos” con y por nosotros mismos, independientemente de los vínculos afectivos que podamos o no tener en nuestra vida, en especial en lo que a relaciones románticas/de pareja se refiere.

Bueno…

Empecemos con lo “chistosón”, es decir:

 Mis dates ESPANTOSOS


Como ya lo dije, por suerte no han sido muchos… Pero tampoco han sido poquísimos… Pensando en este post, la verdad es que tuve que esculcar un poco en mi memoria ya que, al parecer, algunas de estas experiencias ya no figuran entre mis recuerdos más frescos y accesibles, lo cual francamente, agradezco… Pero bueno, aquí les presento cuatro de estos Frankensteins del dating, ahora sí que muy “escogiditos”, del menos al más reciente.

El chef mal hecho

Como al inicio de nuestro diálogo por WhatsApp surgió el tema de que a los dos nos encantaba cocinar, me propuso que nuestro date fuera preparar una cena juntos en mi casa. Nos quedamos de ver en un supermercado muy 'pipirisnáis' donde compramos, entre otros ingredientes que ahora ya no recuerdo, camarones y calabacitas. Ya en mi cocina, nos dividimos las tareas y pusimos manos a la obra.

En lo que yo limpiaba los camarones, él iba asando las rodajas de calabacita para la receta de pasta que había elegido y que según entendí, era de su autoría. Mientras trabajábamos, íbamos hablando sobre varios temas; lo que sea de cada quien, tenía muy buena plática. De vez en cuando me explicaba el porqué de tal o cual procedimiento culinario, un poco como un chef que instruye a su pinche.

La química no fue arrebatadora, pero yo me sentí muy cómoda, platicando, cocinando, comiendo, y creo que él también, puesto que calculo que el date habrá durado entre 5 y 6 horas.  Era un chavo muy abierto y relajado, incluso conoció a mi mamá y a mi hijo y les sirvió a cada uno, una buena porción de pasta.  (Yo para mis adentros: “¿Dónde está la sal? A esto le falta sazón. Mucho ruido y pocas nueces…)

Tal vez se estén preguntando: “¿por qué dice que fue un date ESPANTOSO, si hasta ahora, salvo la pasta insípida, todo va bien?”

Bueno, cabe aclarar que este date es el menos "espantoso" de la lista. Tal vez, más que como espantoso, habría que describirlo como decepcionante.

Prosigo: cuando llegó la hora de la despedida, nuestro chefcito llamó un uber, me dio un abrazo apretado y cariñoso a la entrada de mi edificio y se fue, dejándome  ahora sí que todo el desmadre de trastes y sartenes sucios (pensándolo bien, tan sólo por ese “detalle” este date se gana el calificativo “espantoso”).

A la mañana siguiente, me mandó por WhatsApp una canción en italiano, muy bonita, llamada “Anna e Marco”, una clara alusión a mi nombre y al hecho de que los dos hablamos bastante bien italiano.
Por la tarde, le envié un mensaje para desearle buen viaje ya que al día siguiente se iba a Italia, a pasar tres meses, entre paseos y competencias de vela (no cabe duda de que ‘ahí había lana’), a lo que me contestó: “Estoy haciendo mi maleta…”.

Y pues, aunque ya pasó un año, me imagino que la sigue haciendo, porque nunca más me escribió.

El francés con falta de liquidez

Era un cuate guapo, con facciones finas y armoniosas, y ojos azules, aunque un poco (bastante) panzón. Y tan chistoso que la verdad, ni parecía francés. De no haber sido por el acento, me hubiera sentido en compañía de un mexicano, de esos que son súper mal hablados pero que no ofenden, sino que te hacen reír.

Nos quedamos de ver en un restaurante y de ahí nos fuimos a una cantina elegante que él había fundado hacía algunos años. Nuestro date igual fue largo y el 80% del tiempo, nos la pasamos botados de la risa. En este caso sí hubo bastante química de ambas partes, así que cuando al día siguiente le mandé un mensajito diciéndole que me la había pasado muy bien, sí me cayó de sorpresa que me saliera con el típico rollo de “Eres genial, pero estoy sacado de onda… bla, bla, bla…”. Yo le contesté que no había necesidad de sacarse de onda, ni tampoco ninguna obligación de que siguiéramos en contacto.

En un mes no supe de él, hasta que un día me invitó a una cena con amigos que se había organizado en la famosa cantina. Total, fui… La verdad estuvo muy padre. Los amigos, agradables y simpáticos todos. Y él, muy lindo y “romanticón”. Después de cenar, tomarnos varios cocteles y reírnos mucho, se le ocurrió que nos fuéramos todos a un antro que quedaba bastante lejos de donde estábamos. Igual estuvo muy bien. Cantamos, bailamos, brindamos, nos abrazamos y nos besamos. Pero creo que a  la salida se le bajaron los alcoholes de golpe porque dos de sus amigos se habían ido sin pagar su parte de la cuenta…

Como el antro casualmente le quedaba cerca de su casa, ya no me acompañó a la mía, sino que me mandó, tipo en uber, con uno de sus amigos, quien por cierto, aprovechó el trayecto para aventarme los canes…

Pasaron casi dos meses antes de que volviera yo a saber del francés… Un día, de la nada, me llega un mensaje de texto: “Hola. ¿Cómo estás?”. Yo incluso ya había borrado su contacto y como la foto de perfil era de un paisaje navideño, la verdad es que no sabía quién me había escrito, así que tentativamente, contesté: “Bien, ¿y tú?”

La respuesta disipó cualquier duda sobre quién podría ser su autor, no sólo por la cantidad enorme de errores por dislexia que tenía, sino sobre todo por su contenido: “Más o menos. No ajusto y necesito flujo. Sé que no tienes mucho, pero te pagaría en quince días. La verdad estos temas no los puedo platicar con cualquiera”.  (Yo para mis adentros: “ A ver… ¿¡Además de que te está diciendo jodida, se supone que te tienes que sentir halagada de que te esté pidiendo dinero a ti y no a alguien más?!)

Lo peor del caso es que Frenchie tenía un puestazo en uno de los grupos empresariales más importantes de México; yo creo que fácil ganaba seis o siete veces más que yo… Pero bueno, ya había yo notado que su vida en general, y sus finanzas en particular, eran un desastre…

Mi respuesta fue: “Como dices, no tengo mucho y además, como perdí este contacto, la verdad no sé ni con quien estoy hablando. Pero suerte…”

Eran las fiestas decembrinas. Unos quince días después, me escribió: “Bonne année, Ana.”

Nunca más supe de él.

El israelí en plena crisis existencial

Nos quedamos de ver, para cenar, en un centro comercial que a los dos nos quedaba cerca. Desde que me saludó y le vi los dientes sucios supe que, durara lo que durara, iba a ser un date muy largo.

 Era buena persona, pero la impresión que me dio fue que su mundo se le acababa de venir encima y con trabajos empezaba a salir de los escombros. Me contó que llevaba tres meses de haberse divorciado, que aunque él ya no quería estar con su ex, ella lo presionaba para que regresaran, cosa que lo estresaba y lo confundía mucho, además de que extrañaba a sus hijos y  las comodidades de un hogar, en especial que alguien limpiara la casa y le lavara su ropa…

Todo esto, me lo platicaba despacio y en un tono más bien bajo, y a ratos, se quedaba mirando fijamente a la nada. (Yo para mis adentros: “Este wey se va a poner a llorar en cualquier momento…”). 

Pero a la vez, en dos o tres ocasiones me acarició el brazo de manera “lujuriosa” y me dijo que ahora que estaba divorciado, quería aprovechar para “tener sexo con muchas mujeres…”

Y ya ni hablemos de sus modales…. Eran como de comedia gringa burda: se servía con su cuchara chupada de un platillo que habíamos pedido para compartir, masticaba con la boca abierta y cada que se comía un bocado, se le quedaban los labios embarrados de salsa.

Total, terminé casi dándole terapia al pobre hombre en lo acabábamos de cenar. Todavía me ofreció dos veces darme aventón a mi casa, y dos veces, le contesté que muchas gracias, pero que DE VERDAD no era necesario…

Mientras caminaba a mi casa, por primera vez en el tema de mis dates, me pasó que de plano solté la carcajada, por lo increíblemente malo que había sido. De tan patético, hasta me parecía cómico.


Y last, but not least…

El "Tuétano”

Así le pusieron dos de mis mejores amigas al protagonista del cuarto y último date espantoso de esta lista. Nos quedamos de ver para comer en un restaurante muy rico y agradable cuya especialidad, según me enteré ese día, era el tuétano. 

Cuando supo que yo no comía carne, se puso bastante mal, entre incómodo y apenado, y aunque en repetidas ocasiones le aseguré que yo no tenía absolutamente ningún problema con lo que comieran los demás y le insistí que por favor disfrutara su tuétano, empezó a ponerse a la defensiva y terminó justificando su elección de platillo con argumentos de lo más estúpidos, tipo: “Pues aquí no hay sufrimiento animal, porque de todos modos ya está muerto. (Yo para mis adentros: WTF!?!?!?).

Supongo que estaba muy nervioso, porque fumaba mucho y a cada rato me decía: "Pero vamos bien, ¿no?"

Lo más raro fue que, por algún motivo que nunca entendí, el hecho de que fuera yo hija única ‘le hizo mucho ruido’. Por un lado me decía: “No sabes cuánto te compadezco de que seas hija única…” Y por otro: “Bueno, yo a uno de mis hermanos realmente casi ni lo conocí, porque cuando tuve uso de razón, a él ya lo habían mandado a un internado… Y el otro, toda mi infancia mi 'buleó'…”.

Cuando le hice notar que ser hija única no me ocasionaba ningún conflicto y que más bien el problema lo tenía él, se disculpó y me dijo que “ya le iba a bajar”. Pero eso no le impidió, cada cinco minutos, seguir sacando alguna broma o comentario (según él, “sarcástico”; según yo,“pen… estúpido”) sobre el tema.

La despedida fue  seca de mi parte y aun así, todavía me buscó dos veces en días posteriores… Pero como mis respuestas eras cortantes acabó entendiendo que no lo quería volver a ver.

LOS DATES PROMEDIO

No me voy a extender aquí. Sólo diré que se trata de una categoría de dates agradables, con gente amable e inteligente, incluso a veces muy culta. Han sido momentos amenos pero sin chispa, que no despiertan curiosidad ni necesidad de una segunda vuelta.

Sin embargo, no dejan de ser interesantes en el sentido de que me permiten observar lo diferentes que son las historias y los caminos que vive y recorre cada persona. Aunque a cada uno se nos da un número más o menos similar de años en este planeta, lo que cada quien hace con ese tiempo y en ese espacio es tan único que casi se podría decir que existimos todos, ya no  en distintos mundos, sino en universos particulares. Hay belleza en el carácter sui géneris de la aventura de vida de cada ser humano y en cierta forma, es un privilegio tener una ventana hacia tantos escenarios tan variados.

LAS EXPERIENCIAS MARAVILLOSAS

Son, desafortunadamente, la más escasas, pero sin lugar a duda también son las que hacen que lo demás no sólo sea soportable, sino que valga la pena. Sobre estos “destellos de dicha perfecta” me cuesta más trabajo expresarme, porque se trata de vivencias mucho más íntimas y significativas.

Sin embargo, diré que si antes solía lamentarme amargamente de lo escaso y efímero de sus apariciones en mi vida, ahora más bien, me llena de asombro y de gratitud que de  hecho se lleguen a dar, aunque sea de  vez en cuando, esos momentos de magia.

Diré que (y de esto apenas me di cuenta hoy) las historias maravillosas que se me ha dado vivir en verdad no le piden nada a los romances ‘chicklit’ que me encanta leer (y que como ya lo he dijo, son mi gusto culposo). 

En su mayoría son cortas, no duran más de uno o dos días, pero en esos brevísimos lapsos de tiempo, he convivido con hombres cuya belleza, ternura, vulnerabilidad, delicadeza, sensualidad, inteligencia, humor y generosidad han permitido que se reflejen y se manifiesten esas mismas características en mí y que pueda yo sentirme y percibirme desde un lugar de mucho más amor, respeto, compasión, madurez y seguridad. 

Asimismo, me han  liberado de muchas ataduras del pasado, en especial y en palabras de un amigo psicoanalista muy querido, de una relación y una historia muy “jodidas” con mi papá.

Diré también que la única de estas historias maravillosas que no fue breve, puesto que duró, de manera complicada e intermitente, casi dos años, más que una novela rosa podría ser un tratado de psicoanálisis; pero del psicoanálisis ilustrado, del que abre puertas y ventanas a la exploración, a la comprensión y a una integración cada vez más profunda de todos los aspectos de nuestra experiencia. Esta historia, tormentosa y contradictoria pero a la vez  bella, misteriosa y profundamente “lógica”, ese lazo entre almas gemelas, trastocó todas las certezas que pude haber tenido antes sobre el amor, la pareja, la presencia y la ausencia, la distancia y la cercanía, la atracción y el deseo, lo bueno y lo malo, el fin último de un vínculo sentimental… 

El desenlace no fue precisamente feliz, pero tampoco y bajo ninguna óptica fue desdichado. Más que un punto final quedó una pregunta abierta…

Veo que ya me extendí mucho más de lo previsto y por eso, termino con una reflexión escueta:

Después de diez años de soltería (al principio padecida, pero últimamente, elegida) me doy cuenta de que aunque el camino ha sido largo y tortuoso, una verdadera montaña rusa de emociones y aprendizajes, y aunque cada una de esas historias siempre tendrá un lugar muy bien definido en mi campana de Gauss, en un nivel más profundo tienen todas un valor incalculable para mí. 

Esto, porque esa secuencia interminable de momentos de alegría, decepción, coraje, esperanza, tristeza,  angustia, incredulidad y/o asombro, me ha guiado para finalmente acorralarme, forzándome  a entender, no como una comprensión teórica, sino como una vivencia concreta, ese cliché de las canciones cursis y de la “psicología de gas station”, como decía mi ex marido. 

Ése que suena hueco e ingenuo, cuando no de a tiro ridículo, hasta que no se lo experimenta en el corazón… en los huesos: el  de que, en y por nosotros mismos, somos enteros, sin necesidad de que ningún elemento o presencia externa nos tenga que quitar o  poner nada, ni "completarnos", ni "mejorarnos".

Lo que se nos dé compartir con alguien más puede ser un maravilloso 'extra', un regalo bendito, una fuente de cambio y de sanación, pero nuestra posibilidad de alcanzar la felicidad/la plenitud en ningún momento está supeditada a nada que ya no tengamos dentro de nosotros.

Cuando esta realidad se vuelve evidente en nuestra vida, todo lo podemos experimentar desde la abundancia y la completitud, ya sea la vida en pareja o la soltería, y los caminos por los que vamos transitando nos empiezan a parecer adecuados, bellos y mágicos, tal y como son, y aunque se aparten de los recorridos preestablecidos y socialmente valorados.

En este tema, la vida y/ o mi “Poder Superior como lo entiendo” han sido implacables conmigo. La soledad que duele en lo más profundo, la sensación de vergüenza y fracaso e incluso lo tragicómico de algunos de mis dates me han llevado, poco a poco, a entender que la lección nunca fue: “¿Cómo ‘rehacer tu vida?’, ni  tampoco ‘¿Cómo superar los patrones disfuncionales que aprendiste en tu infancia para que puedas tener una ‘relación de pareja sana, madura y satisfactoria?’. 

No, era algo mucho más radical. 

Ahora entiendo que lo que me han estado tratando de decir todo este tiempo es: “Que estés ‘sola’ o ‘acompañada’ es secundario. La verdadera tarea es que experimentes tu plenitud, que no viene, ni depende, de ningún referente efímero ni superficial, sino de tu esencia, de lo que te sustenta a ti y a todo lo que existe".

Creo que en este asunto definitivamente no he sido la alumna más avispada, aunque en mi defensa, tengo que decir que en general los seres humanos, no agarramos la onda rápido cuando se trata de los "temas y/o heridas medulares" de nuestra historia. 

Pero ahí voy... Lento, pero seguro. 

Imperfecta, pero entera.



¿Y a ti, qué lecciones te han dejado las experiencias desafortunadas, incluso ridículas, que te ha tocado vivir?

¿Cómo vives tu plenitud intrínseca?

¡Gracias mil por leerme!

Hasta la próxima manzana.

Búscame en IG manzana_iridiscente12
o escríbeme a theiridescentapple@yahoo.com

Créditos foto:
René Ranisch (en unsplash.com)







Comentarios