Acompañarse

¡Hola!

Pues aquí estoy de vuelta, después de mucho tiempo sin aparecerme por aquí.

Este último año y medio trajo muchos retos y transformaciones a mi vida. Han sido meses intensos y maravillosos, en lo personal y en lo laboral, y todo mi tiempo y mi energía se me han ido en elaborar muchas cosas nuevas y en profundizar antiguas experiencias.

Pero he seguido escribiendo, de otras maneras, y en realidad, mi blog nunca se me olvidó.

Me sigue guiando la intención de aterrizar vivencias, reflexiones e ideas prácticas que nos ayuden a llevar una vida sencilla pero plena, bella y llena de significado, en la que el contacto con “el brillo secreto de todo” se rompa lo menos posible, en la que tras la impermanencia y lo dolorosamente absurdo de esta realidad, podamos vislumbrar amor, paz y alegría infinitas.

Este periodo de encierro, que nos está haciendo cuestionar y enfrentar tantas cosas, a la vez me está permitiendo de nuevo enfocarme en mi blog.
Espero que disfrutes las entradas, y sobre todo, ojalá que te inspiren y te apoyen en tu propia búsqueda y concretización de lo que para ti es esencial.

Ya entrando en el tema de este post, esta semana estoy tomando un retiro virtual de yoga y meditación. Una de las actividades de este retiro es un club de lectura: sesenta minutos en los que los participantes y la maestra comparten prosa y/o poesía que les resulten importantes en algún sentido. El tema del club de lectura de hoy fue el autocuidado.

Yo escogí un poema de Mary Oliver que, en mi opinión, resume la frecuencia mental y emocional en la que me asiento y desde la que percibo e interactúo con todo lo que me rodea cuando logro cuidarme.

Para mí, el autocuidado se podría resumir en “no abandonarme” como en algún momento me abandonaron, en acompañarme de forma amorosa, lúcida, compasiva e incondicional. En términos prácticos, ese acompañamiento se traduce en pequeñas conductas, rutinas y hábitos que ya tengo bien identificados y que aunque son sencillos y súper fáciles de implementar, me dan resultados que nunca dejan de sorprenderme.

Aquí algunas de las cosas que procuro hacer a diario y que me ponen en la “frecuencia” en la que definitivamente quiero pasar la mayor cantidad de tiempo posible porque, cuando estoy ahí, de verdad que no me falta nada.

  • Meditar por lo menos 30 min al día.
  • Hacer yoga, aunque sea un sesión corta en internet (yogawithadriene.com es una de las opciones gratuitas que más me gustan)
  • Leer por gusto aunque sea media hora al día (hace unas semanas se me ocurrió el reto “un poema al día” y ha sido en verdad es algo que ha traído mucha belleza a mis días).
  • Escribir seguido (en mi diario, en mis cuadernos de afirmaciones, de preguntas, de ideas y/o de insights o en este blog, o mails a amigos cercanos).
  • Arreglarme lo mejor posible aunque no vaya a ir a ningún lado.
  • Tener mi casa lo más en orden posible.
  • Dedicar unos minutos en las mañanas a buscar o repasar contenido que me alegre, que me ayude a darle perspectiva a mis problemas y/o angustias y que me motive a echarle todas las ganas a mi día (blogs, fotos, música).
  • Comer intuitivamente, es decir escuchando lo que mi cuerpo me va indicando (qué comer, cuánto comer, cuándo parar, etc.)
  • Encontrar tiempo para descansar, en especial en días en los que no me siento tan bien, ya sea física o anímicamente.
  • Procurar vivir un día a la vez, poniendo lo que me preocupa y lo que no puedo controlar en manos de un poder superior.


Como te lo dije, son cosas muy sencillas pero de verdad que son mágicas, siempre y cuando se tomen como herramientas de bienestar y no como una lista más de obligaciones. Tampoco es imperativo hacerlas todas en un solo día. Unas cuantas bastan para que cambies de rumbo.

¿Y para ti, cuáles son las cosas que te llevan a un lugar de alegría, paz y plenitud?
Te dejo con un fragmento de este bellísimo poema de Mary Oliver, ‘When death comes’ (la traducción, bastante libre, es mía). Te deseo mucha luz, hoy y siempre.

Cuando venga la muerte (…)

quiero pasar por esa puerta llena de curiosidad,
preguntándome cómo va a ser esa cabaña de sombras.
Por eso, todo se me figura
como una hermandad y una sororidad,
y el tiempo se me figura tan sólo como una idea
y la eternidad, la considero una posibilidad más.
Y pienso cada vida como una flor,
tan común cual margarita del campo,
y a la vez, así de singular,
y cada nombre, una música agradable en la boca,
que tiende, como toda música,
hacia el silencio,
y cada cuerpo, como un león de valentía,
y algo preciado para la tierra.
Cuando esto se acabe, quiero poder decir, toda mi vida
fui una novia, casada con el asombro,
fui el novio, que tomó al mundo en sus brazos.
Cuando se acabe, no quiero preguntarme
si hice de mi vida algo específico, o real.
No quiero verme suspirando, asustada,
ni alegando justificaciones.
No quiero que al final resulte que
sólo fui una turista en este mundo.


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