En la mirada de quien contempla
En la mirada de quien contempla
¡Hola!
Hoy no tenía planeado subir ninguna entrada nueva al blog pero, además de que fue un día de recordar y reflexionar muchas cosas, en el "un día como hoy" de Facebook, me salieron unas fotos que nos tomaron hace ya siete años a mi hijo y a mí.
Por segunda vez, las editoras de la revista BBmundo habían elegido un texto mío para publicarlo en el número especial del mes de mayo, junto con varios más, de otras mujeres; algunas famosas, algunas, como yo, ciudadanas de a pie.
Fue una experiencia muy bonita; llegamos temprano en la mañana a un estudio de la colonia Condesa, donde en lo que a mí me hacían un "Extreme Makeover", a mi hijo le dieron un montón de galletas Oreo para que se entretuviera y permaneciera tranquilo y de buenas.
Después de que nos prestaron a los dos ropa de tiendas elegantes, empezó la sesión de fotos. Fue muy divertido, pero también interesante. De recuerdo, nos quedaron un lindo estudio fotográfico y una revista llena de relatos y opiniones únicos e íntimos sobre la relación, a menudo dolorosamente compleja, que establecemos las mujeres con el concepto de "belleza", el cual de tantas maneras se nos impone desde que somos chicas.
Siete años después, muchas cosas han cambiado y no sin tristeza, caigo una vez más en la cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, en especial cuando se tienen hijos.
Sin embargo, también siento alegría y gratitud por todo lo que me ha tocado vivir con el niño de quien me tocó ser mamá. Releyendo el texto que escribí cuando él no había ni siquiera empezado el kínder, espero no estar quedándome muy corta en mis intentos de trasmitirle a mi ahora preadolescente la esencia de lo que quise plasmar en ese momento. Tengo fe en que los hijos tienen la capacidad de identificar y rescatar la "buena" intención de sus padres, más allá de nuestros inevitables errores y limitaciones.
Aquí les dejo el texto que escribí en aquella ocasión. Yo le había puesto "La belleza está en todas partes", pero las editoras le cambiaron el título a "En la mirada de quien contempla", mismo que me parece mejor.
Cuando comencé a
pensar en el tema que propuso la revista BBmundo para la edición 2011 de “Ella
dice…”, es decir “la belleza”, lo
primero que me vino a la mente fue la imagen de Gisele Bündchen.
En efecto, se
trata de una de esas contadísimas mujeres en el mundo que, según los parámetros
de nuestra época y de nuestras sociedades occidentales, reúnen todos y cada uno
de los atributos que normalmente asociamos con ese término.
Para empezar, es
como diríamos en México, “güera de ojo claro”. Además, es joven, alta y aunque
es muy delgada, a diferencia de algunas de sus colegas modelos, seres más bien
andróginos, fríos y escuálidos, tiene un cuerpo que combina el atletismo de sus
tiempos de jugadora de voleibol con toda la sensualidad latina. Ya lo decía
Karl Lagerfeld: “Cuando para mis desfiles necesito a una modelo, llamo a tal o a
cual, pero cuando necesito a una mujer, llamo a Gisele”.
Pero luego, seguí
pensando y me pregunté: “¿Será ésa la única belleza que existe?, ¿La única a la
que podemos aspirar, como mujeres, aunque tal vez tenga muy poco que ver con nuestra realidad personal y cotidiana? Y
fue cuando recordé algo que leí hace algún tiempo: “La belleza está en todas
partes”. Se me ocurrió que si esto es cierto, podría resultar interesante
escribir acerca de la belleza con la que me encuentro día a día, en la rutina
de mi vida.
Empiezo por mi grupo
de amigas. Somos seis; cinco brasileñas y una mitad mexicana, mitad brasileña,
o sea yo. Además de que ya de por sí son guapas, se cuidan mucho: van
regularmente al gimnasio, con la nutrióloga, con la dermatóloga, con el
dentista, al salón de belleza y conocen mejor que yo, que he vivido aquí casi
toda mi vida, todos los “outlets” de ropa del D.F. y sus alrededores.
Sin
embargo, en mi opinión, lo que verdaderamente las hace ser mujeres atractivas,
es la manera como viven su belleza. En efecto, tienen algo que va más allá de
unas facciones armoniosas y de un cuerpo bien formado; es un encanto especial,
una cierta naturalidad para ser femeninas, coquetas y sexys sin por eso caer en
lo abiertamente provocativo o vulgar; para saberse bellas, sin por eso sentirse
más que nadie, para caminar, hablar y sonreír con gracia pero sin posar, sin estar
constantemente pendientes del efecto que causan en los demás.
Sigo en mi día a día y
me encuentro con otro tipo de belleza, tal vez más sutil, menos evidente, pero
que nunca deja de sorprenderme ni de conmoverme: una jacaranda en época de primavera,
toda floreada, con un gran tapete lila a sus pies, el gesto espontáneo de
agradecimiento de un peatón al que le cedí el paso, la sonrisa un poco tímida de Mary, la persona
que nos ayuda en la casa, los enormes arreglos de flores que siempre tiene en
su casa mi alumna la Sra.
Erika , mi canasta de picnic, de mimbre y toda forrada por
dentro con tela de cuadritos blancos y rojos y que casi todos los domingos
preparamos mi mamá y yo con sándwiches, ensalada rusa, quiche, vino y
pastelitos, la cómoda antigua que compramos hace algunos años mi ahora ex
esposo y yo, el sol poniéndose tras los edificios, la mirada totalmente franca
de mis perros, la ciudad de México vista desde un vigésimo piso, el parque
donde voy a caminar o a leer, el saludo breve del chavo que desde muy temprano
está vendiendo chicles en la calle y al que veo casi todos los días cuando voy rumbo
al trabajo, la luna llena sobre el Periférico, esa canción o ese poema que,
aunque sea durante unos cuantos instantes de libertad, me hacen ver que la vida
es mucho, mucho más que MIS problemas y que MIS preocupaciones, los vitrales de
la iglesia a la que voy, cuando los ilumina el sol de la mañana, la foto que
tengo en mi buró, y que nos tomaron, hace dos años con tres meses, a mi hijo y
a mí, el día en que nació...
Ante toda esta belleza
que me rodea, quiero creer que es cierto eso que dicen en inglés, “Beauty is in
the eye of the beholder” (la belleza se encuentra en la mirada de quien la contempla)
y pensar que algo de eso que en mi opinión es bello allá afuera también existe
en mí. Y esto, sobre todo con relación a algo que comentó Martha Debayle en su
programa de radio, sobre la importancia de que las mujeres que tienen hijas se
pregunten qué concepto de belleza les están transmitiendo.
Yo soy mamá de un
niño, de un hombre, y lo que más quiero en este sentido es poder transmitirle
que la belleza no es algo tan sencillo de explicar ni tampoco de percibir, que
más que ser tan sólo la consecuencia de ciertos rasgos físicos, es el resultado
de la combinación de muchos factores, unos muy obvios como el color del cabello
y de los ojos, el tono muscular, la cantidad y la distribución de la grasa
corporal, la textura de la piel, la forma de la cara, etc., otros más sutiles
como la forma de moverse, de hablar, de sonreír, de mirar y sobre todo, de algo que sólo
algunos toman en cuenta: lo que llevamos en la cabeza y en el corazón.
Quiero que al crecer,
mi hijo pueda expresarse acerca de una mujer en términos mucho más amplios y
profundos que el típico: “está buena”. Quiero que sepa apreciar la verdadera
belleza femenina y no su caricatura, con la que nos bombardean a diario y a
todas horas, la televisión, el cine, las revistas y los videojuegos (senos
y nalgas desproporcionadamente grandes, estómagos sin un gramo de grasa y hasta
con “cuadritos”, labios “colagenados” de actriz porno, etc, etc.)
Quisiera que cuando se enamore y si
decide formar una familia, pueda ver a su pareja, no como un objeto que va a
ganar o a perder valor y atractivo según
como la traten los años.
Quisiera que pudiera darse cuenta de que las arrugas,
las canas y las eventuales “llantitas” de esa persona no son sinónimo de
fealdad sino que son evidencia del tiempo que trascurrió en su vida, tiempo que
eligió pasar con él, tiempo en que lo quiso, lo apoyó, lo acompañó, lo
entendió, crió a sus hijos…
Y quisiera también que
a pesar de tal vez no ser galán de la pantalla y a pesar de sus propias futuras
arrugas, canas y “llantitas”, se sienta atractivo, valioso e interesante simple y
sencillamente por ser quien es: por lo que le toque vivir, aprender, sufrir y
disfrutar.
Que no engañe, ni traicione, ni abandone en un
intento de apuntalar su ego tambaleante. Que no salga con una mujer más joven
que su propia hija porque es la única manera que ha encontrado de sentirse vivo,
de convencerse de que “todavía puede” y/o por no saber estar solo.
Que tenga la
convicción de que un hombre atractivo y viril no es el que trae el coche, ni la
ropa ni el celular más caros, ni tampoco el más déspota, ni el que logra decir más veces “güey” y/o “cabrón” en una misma oración, sino el que
enfrenta la realidad de sus circunstancias y de sus sentimientos, por más
asustadora, frustrante o complicada que ésta le pueda parecer, sin refugiarse
en pretextos ridículos ni en conductas infantiles.
Que
sepa que la belleza es juventud, sensualidad, fuerza, estilo y sofisticación, pero
también, sinceridad, delicadeza, sencillez y vulnerabilidad.
Y eso me lleva de nuevo
a Gisele Bündchen, con quien empecé a hablar de belleza. Hace algunos meses, vi
una entrevista que le hicieron y me sorprendió la sencillez con la que hablaba
una mujer que además de ser de las más bellas del mundo, es millonaria en
dólares y está casada con una estrella de la NFL (cuántas “divas” hemos conocido, en la
escuela, en el trabajo o en nuestra familia, que sin ser ni tener nada de eso, nos
miran desde arriba porque en su perspectiva tan limitada, el mundo no las merece…).
Me
conmovió sobretodo un momento en el que, al hablar de la felicidad que
significaba la presencia en su vida de su bebé, se le cortó la voz y se le
llenaron los ojos de lágrimas. Y esto, en mi opinión, no hace más que
confirmar mi idea de que la belleza con “B” mayúscula es mucho más que solamente
tener genes privilegiados.
¿Dónde termina la belleza física y dónde empieza la
belleza interna, del alma? ¿Existe una sin la otra? Dónde está la belleza: ¿en
una persona u objeto concreto allá afuera, o en nuestra capacidad de ver el
mundo de forma diferente, con una mirada más fresca, más curiosa, más
incluyente, más libre… más generosa?
Termino con un
fragmento de una canción de Caetano Veloso que no sólo me gusta mucho, sino que
me parece que viene mucho al caso, empezando porque se llama “Eres linda” y porque
“linda” en portugués se refiere justamente a esa mezcla de belleza física y de
un cierto encanto que resulta difícil poner en palabras.
“Eres fuerte, dientes y músculos, pechos y
labios,
Eres fuerte, letras y cancionas,
Todas las canciones que aún he de
escuchar.
En el Abaeté, las arenas y las
estrellas, no son más bellas,
Que tú, mujer de las estrellas,
chica de las estrellas,
Di lo que quieras…
Eres linda, y sabes vivir,
Tú me haces feliz”
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