Año nuevo, rumbo nuevo... Empezar por la alegría.


Año nuevo, rumbo nuevo… Empezar por la alegría.


Estamos a 28 de diciembre, así que muy probablemente, muchos de nosotros estemos reflexionando sobre el año que casi termina y pensando en posibles cambios que nos gustaría llevar a cabo en el que viene. Me refiero obviamente a los famosos propósitos de año nuevo y al “1° de enero”, fecha envuelta en significado e ilusión.

De más joven, ya fuera el 31 o unos días antes, siempre con gran emoción, escribía mi lista de planes, proyectos y cambios; de cosas que quería hacer diferente y/o mejor el año siguiente. Sin embargo, ya en el año nuevo, a medida que corrían las semanas y los meses, invariablemente, iba permitiendo que viejos hábitos, así como el peso de las obligaciones y de la rutina me fueran distrayendo y finalmente descarrilando del camino de mis anhelos y buenas intenciones.

Al grado que terminé entrando en una nueva fase, en la que empecé a renegar del tema de los propósitos. Mejor me evitaba la falsa ilusión por un cambio que de todos modos nunca lograría implantar a largo plazo. Mejor vivir cada día como se me fuera presentando…

No quiero decir con esto que esta postura en sí no sea  válida. Más bien, me llama la atención que nunca me tomé el tiempo de preguntarme seriamente por qué sería que, no sólo yo, sino muchas otras personas, al parecer siempre acabábamos perdiendo de vista nuestro anhelo de lograr un cambio, de hacer las cosas de un modo diferente. Mi conclusión, alcanzada a las carreras, era que establecer propósitos era una tontería.

Hoy veo las cosas de modo diferente. Ahora sí, después de haberlo pensado bastante, me parece que hay varios motivos por los que, sin querer, saboteamos nuestros intentos de realizar el deseo genuino de nuestro corazón de “sacarle más jugo a la vida”, de honrar los sueños de la parte más profunda de nuestro ser y de  explorar, expandir y desarrollar nuestras capacidades.

Me parece que a veces abandonamos nuestros propósitos a medio camino porque no reflejan un anhelo de nuestro ser profundo. En ese caso, es probable que representen las expectativas de alguien más; de la sociedad, de nuestra familia o algún otro ser querido. O puede ser también que sean una postura poco razonable de nuestro superyó, la parte de nuestro psiquismo que ha integrado las expectativas de las figuras de autoridad de nuestra vida.

En este sentido, adelgazar quince kilos, por poner tan sólo un ejemplo, puede ser más bien una demanda  externa o de una parte menos profunda  de nuestro ser, y no un pedido de nuestro ser más genuino. A lo mejor, para nosotros, bajar tres o cuatro kilos sería más que suficiente, o incluso nos colmaría trabajar en aceptarnos como somos. Cuando nos imponemos metas que no van de acuerdo con nuestra esencia, lo más probable es que ésta se rebele y encuentre maneras de que no se logre el objetivo.

Otra posibilidad es que nuestro propósito no sea muy realista que digamos. Tal vez aprender un idioma o pasar   de no hacer ninguna actividad física a correr medio maratón en un año no sea algo posible de alcanzar.

Por último, a veces, aunque nos resulte fácil enumerar los aparentes motivos por los cuales no logramos llevar a la práctica cambios que significan mucho para nosotros, como falta de tiempo y/o dinero, cansancio, demandas laborales y familiares, etc. la razón de fondo suele ser otra y seguido tiene que ver con nuestra historia personal  y con aprendizajes menos que positivos.

En mi caso, esto me quedó más claro que nunca, cuando en una sesión reciente, mi terapeuta me hizo ver mi tendencia a “abandonarme”, así como en su momento mi papá lo había hecho.


Es muy poco probable que los cambios duren y se vuelvan parte de nuestra vida si no exploramos las fuerzas profundas que actúan en nosotros.







Teniendo todo esto en cuenta,  son dos cosas las que  quisiera proponer hoy.

La primera sería que siempre tomáramos en cuenta que hacer cambios positivos que impacten nuestra calidad de vida,  a nuestros seres queridos y a nuestro entorno, no siempre es algo que podamos lograr en un año, y mucho menos en un mes o dos. 
Tal vez adelgazar unos cuantos kilos no nos tome tanto tiempo, pero aprender a crear y a mantener las condiciones necesarias para que ése y otros cambios positivos sean duraderos es el trabajo de toda una vida.

A pesar de las recaídas, de que perdamos el rumbo y de que incluso, por periodos más o menos largos de tiempo, bloqueemos de nuestra conciencia nuestro anhelo profundo de  capitalizar de manera más plena nuestras capacidades, tan pronto como nos damos cuenta de que de nuevo nos dejamos distraer o desanimar, podemos retomar nuestro camino y lo poco o mucho que hayamos logrado avanzar hasta ese momento será como peldaños ya existentes que nos acercarán a nuestra meta.

En mi opinión, es más importante enfocarnos en un cambio de rumbo, más que sólo en una meta específica. Por ejemplo, aunque bajar unos cuantos kilos, empezar a hacer ejercicio o dejar de fumar en sí pueden ser objetivos muy válidos, a la par de ellos, también sería útil pensar en algo más amplio que enmarcara esos esfuerzos.

Por ejemplo, si pensáramos en nuestro cambio en términos de “lograr vivir con mejor autocuidado, y más amor y respeto por nosotros mismos, seguramente, se nos irían ocurriendo muchas más ideas de cómo lograr esa modificación en nuestra actitud, como por ejemplo, dormir y descansar más, explorar o retomar un hobby, buscar el tiempo para ver más seguido a quienes queremos, cambiar de look, empezar un proceso terapéutico, tener una alimentación más nutritiva, evaluar si nuestro trabajo es realmente lo que queremos estar haciendo todos los días, planear un viaje, aunque sea corto, evaluar nuestra relación de pareja (si la tenemos), etc, etc.

Dentro de este contexto mucho más amplio, nuestra idea original de cambio  puede seguir siendo un tema importante, o algo irrelevante a final de cuentas.

Ahora, mi segunda sugerencia:  aunque que ya tengas hecha  tu lista de propósitos, agrégale la decisión de hacer algo que te encante, algo que se te antoje desde hace tiempo, pero por una u otra razón, no has podido hacer. De ser posible, haz eso antes de cualquier otra cosa.



Sobre esta idea, te cuento mi historia. Desde niña me ha gustado escribir; es un hábito que he mantenido todos estos años, aunque de manera esporádica, con largos periodos de inactividad. Sin embargo, a últimas fechas, se fue haciendo más apremiante mi necesidad de contar con un canal de autoexpresión. A pesar de tener un trabajo gratificante y varios hobbies interesantes y entretenidos, cada vez más sentía en mí una inquietud, así como un cierto grado de frustración.

Intentando encontrar una solución, a mediados de año, me inscribí a un curso de creación literaria, impartido en una librería famosa de la Ciudad de México, por el conocido escritor Oscar de la Borbolla. Aunque no fue una mala experiencia, e incluso hubo momentos bonitos, como que algo no me terminó de hacer click. Me acabé saliendo a la mitad, sintiéndome aún más perdida y desanimada. Sin embargo, algo dentro de mí  seguía insistiendo en el tema de escribir. Lo que sentía era, por ponerlo en una imagen, parecido a ir por la vida con ropa y zapatos demasiado apretados. Sabía que quería y  necesitaba escribir. Necesitaba más espacio, tenía que poner tantas cosas por escrito, pero no sabía cómo hacerle para dar el primer paso.

Recuerdo que un día de plano le pedí ayuda a Dios, o como dicen en los grupos de doce pasos, “a mi Poder Superior como lo entiendo”. Le dije algo más o menos así: “Si escribir es para mí, por favor pon en mi camino alguna manera de lograrlo. Y si no, permíteme seguir mi vida con serenidad”.

No te miento; pocas semanas después, me enteré de que la autora de un libro que había yo leído recientemente, y a quien había yo empezado a seguir en redes sociales, iba a organizar un curso online sobre cómo escribir un libro e incluso publicarlo en Amazon.

Tan pronto como leí el temario del curso, supe que era exactamente lo que necesitaba. Y algo todavía más increíble: incluso antes de empezar a mandar los módulos, la autora envió a sus alumnos potenciales un pequeño mensaje que incluía un ejercicio muy corto. Lo hice y eso fue suficiente para que me quedara claro sobre qué quería escribir e incluso, me empezaron a surgir ideas de temas y capítulos para mi futuro libro.

Aunque inscribirme al curso implicó invertir un dinero que no pensaba desembolsar en ese momento, el gasto ha valido la pena y me ha redituado en maneras que no me podría haber imaginado.

No es exageración decir que me siento como otra persona. Lo más notorio para mí es el nivel de alegría y satisfacción que siento ahora. Crear mi blog, revivir mi cuenta de Instagram, pensar en posibles temas para posts, desarrollarlos en mi mente, escribir, buscar y/o tomar fotos para subirlas junto con el texto, etc. son actividades que me entretienen, me absorben, me retan, me emocionan y me centran, a tal grado que toda la energía positiva que se genera con ese proceso se extiende a todas las demás áreas de mi vida y las transforma.

Para muestra, un botón: mi mamá me ha comentado que me ve mucho mejor físicamente. Aunque no ha cambiado la realidad de que tengo un problema de salud, ya no me siento igual. Ahora tengo más energía, los días malos son menos, y los síntomas físicos, aunque siguen siendo molestos, ya no me frenan tanto como lo hacían antes.

Es tan positiva la energía que me da escribir que hace que sea mucho más fácil y natural que me trate yo misma con más cariño, amor, respeto y, lo que comentábamos antes, con mayor autocuidado. 



Cuando estaba en pleno proceso de recuperarme de mi divorcio, un médico al que fui a ver me dijo algo que se me quedó grabado: que lo más importante era aprender a “girar en torno a nosotros mismos”, a lo que nos motiva, a lo que nos hace bien. Nunca como ahora me han hecho sentido esas palabras.

Se me va el tiempo volando cuando lo empleo en cualquier cosa que tenga que ver con éste, mi hobby redescubierto y renovado. Si nunca me llamaron realmente  la atención, ahora menos necesito salidas, paseos, ropa ni cosas caras… Asimismo, aunque los contratiempos, los problemas, los disgustos y la gente nefasta y criticona son parte inevitable de la vida, la posibilidad de tener en mi día a día esta nueva “área libre de conflicto”,  me hace redimensionar lo malo; permitiéndome que “se me resbale” un poco más, lo cual, en dosis pequeñas, es un verdadero talento.

Así que mi consejo es que te animes a hacer algo que se te antoja desde hace mucho pero que no te has animado a probar, y que te mantengas atent@ a todo lo que puede surgir de esa decisión. Lo que hagas por amor y alegría tendrá mayores posibilidades de volverse parte de tu vida a largo plazo, que algo que hagas por obligación o culpa.

Algo que ahora me queda claro es que es válido buscar vivir lo mejor posible, disfrutando todo lo bueno que ya tenemos pero también buscando los medios y las oportunidades de crecer, de madurar y de lograr un mayor contacto con la parte de nuestro ser que guarda todas las respuestas importantes y que lo único que pide es que le permitamos guiar nuestro camino y nuestras decisiones. 

No es egoísmo, ni egocentrismo... Es nuestro derecho, y también nuestra responsabilidad, en la medida de nuestra capacidad, no desperdiciar el tesoro de tesoros que, como dicen los budistas, es haber nacido y manifestarnos en este mundo como seres humanos.

¿Y tú? ¿Acostumbras hacer propósitos de año nuevo? ¿Te gustaría cambiar algo en ti o en tu vida? ¿Qué se te antoja  probar desde hace tiempo? ¿Cómo podrías intentarlo a pesar de las eventuales limitaciones que puedan existir en tu vida en este momento (falta de tiempo, de dinero, etc.)

¡Recibe mis mejores deseos para el Año Nuevo! Que venga lleno de bendiciones, aprendizaje, oportunidades, éxitos y sorpresas positivas.
Espero seguirte viendo por aquí.
¡¡Feliz 2018!!

P.D. Si te gusta leer en inglés y se te antoja una novela ligera, nada cara, que te haga reír, pero también que te inspire sobre el tema de los propósitos de año nuevo, te recomiendo “The bucket list to mend a broken heart” de Anna Bell (disponible en Amazon).

Encuéntrame en Instagram: manzana_iridiscente12
o escríbeme a theiridescentapple@yahoo.com

Créditos fotos (todas en Unsplash)

1. Jerry Kiesevetter
2. Hybrid
3. Patrick Fore
4. Green Chameleon
5. Norwood Themes





Comentarios