Día de Muertos
Día de muertos
Hoy es día de muertos aquí en México, una fiesta
muy especial que se vive de forma distinta en cada comunidad, y en cada familia.
También cada uno de nosotros vive este día de manera única. Lo bonito que tiene
para mí esta fiesta, es que me permite recordar a mis seres queridos que ya se fueron con cariño y gratitud y con la comprensión que dan la distancia y
sobre todo, la muerte.
Hoy en especial pienso en mi papá. Ya son cinco
años de que se fue. Nunca lo hubiera imaginado, pero su muerte me trajo
descanso. Curiosamente, su ausencia definitiva en mi vida es mucho más ligera
de llevar que la ausencia a medias de cuando estaba vivo. Y lo que tanto me
dolía y me hacía enojar, ahora lo entiendo como el resultado inevitable de las
muchas limitaciones de un hombre, muy inteligente y sensible, pero que nunca
pudo realmente con esta vida.
La muerte lo pone todo en perspectiva. A veces
pienso que uno de los motivos por los que a veces invertimos tanta energía y
tiempo, imaginando y planeando un futuro perfecto, en el que todo, incluso
nosotros mismos será mejor, es porque el milagro del presente es abrumador.
Cuando nos vemos confrontados a la realidad de que así como nuestros seres queridos y tantas otras personas se han ido, algún día nosotros tampoco estaremos aquí, nos damos cuenta de que NUESTRO MOMENTO ES AHORA; sea como sea, con los problemas, con las imperfecciones de nuestro entorno, con nuestras propias limitaciones y defectos, con todo lo que nos duele y/o nos desconcierta…. Con todo eso, nuestra vida es ahora. Lo más probable es que nunca sea perfecta o por lo menos, nunca lo será por largos periodos de tiempo ni en comparación con el barril sin fondo que pueden ser nuestras expectativas y deseos.
Cuando nos vemos confrontados a la realidad de que así como nuestros seres queridos y tantas otras personas se han ido, algún día nosotros tampoco estaremos aquí, nos damos cuenta de que NUESTRO MOMENTO ES AHORA; sea como sea, con los problemas, con las imperfecciones de nuestro entorno, con nuestras propias limitaciones y defectos, con todo lo que nos duele y/o nos desconcierta…. Con todo eso, nuestra vida es ahora. Lo más probable es que nunca sea perfecta o por lo menos, nunca lo será por largos periodos de tiempo ni en comparación con el barril sin fondo que pueden ser nuestras expectativas y deseos.
Pero la verdad es que la plenitud de una vida
no radica en cuánto dura, ni en qué tanto se aproxima a la idea que de ella nos hacemos.
En mi opinión, la plenitud de la vida se siente
en el asombro de sabernos vivos, por un breve instante, entre alegrías, penas e
incógnitas. También en el amor que sentimos los unos por los otros, a pesar de
la distancia, de la ausencia, de nuestras tantas imperfecciones, de las heridas
que nos infligimos mutuamente y de la muerte. Y finalmente, se siente en el eterno océano
de paz y de alegría que subyace a todos los aspectos pasajeros de nuestra vida.
Ojalá que hoy, pensar en la muerte y nuestros
seres queridos que ya no están nos traiga más consuelo y gratitud, que tristeza
y amargura.
Hace poco más de un año, tomé un curso de
creación literaria y la primera tarea que nos dejó el maestro fue “Imagina que
un muerto vuelve”. El texto que sigue fue lo que yo imaginé. Lo comparto porque
uno de los elementos de Día de muertos que más consuelo dan a quienes han
perdido a un ser querido es la idea de que en este día los muertos regresan a
convivir con familiares y amigos.
Aprovecho para preguntarles cómo viven las
fechas en las que la memoria de sus seres cercanos que ya no están se hacen más
patentes. ¿Qué se les dificulta? ¿Qué les da consuelo o la posibilidad de ver
las cosas desde nuevos puntos de vista?
Desde tu muerte, cuando paso por la esquina de Salamanca
y Durango, invariablemente volteo a ver el Vip’s que supongo lleva muchos años
en ese lugar. Y cada vez confirmo que allí siguen mis recuerdos. Pero hoy, miro
hacia los ventanales que dan a la calle y ahí estás tú, sentado en un gabinete,
concentrado, leyendo el periódico. Eres tú. No hay humo a tu alrededor. ¿En serio
habrás dejado el cigarro antes del final, o será simplemente porque, a
diferencia de cuando nos reuníamos, ahora ya no se puede fumar casi en ningún
lado? ¿Estarán todavía algunas de las meseras que te conocían y que, por ser tú
un cliente asiduo, con frecuencia ni te cobraban el café? Les habrá dado gusto
volverte a ver.
En este tiempo, de cuando en cuando me ha
sorprendido el deseo de tener de nuevo frente a mí tus ojos verdes, alegres y
traviesos a veces, pero casi siempre, dos lagos de melancolía, tus manos, bellas, tu risa
burlona; o de seguirte con la mirada, mientras caminabas por la calle, pensativo. Quisiera saber lo que
dirías sobre lo que ha ocurrido en nuestro mundo durante los últimos cinco años,
oír esos puntos de vista que pareciera
que nadie más tiene. Escucharte platicar de música clásica, de tus filósofos de
siempre, de los cuadros venecianos de Canaletto que en algún momento copiaste,
y vendiste, de tus antigüedades, de tu fe, pura y obstinada. Ésa era la parte
luminosa de tu vida, en la que te sumergías para no hablar de ti, de mí, para
trascender un corazón roto, o más bien dos.
Tú fuiste el derrumbe al inicio del camino, que
todo lo cambió para siempre. Tu ausencia siempre fue tan densa, tan abarcadora.
Sin embargo, para mi gran asombro, de un
lazo que, desde la mirada obtusa de
extraños podría parecer yermo, de los hilos negros de la tristeza, de la
añoranza y de la desilusión, se ha tejido un velo sutil que para mí ahora casi
siempre, casi todo lo cubre y lo vuelve iridiscente,
mágico. Llevo el mundo en mí, así como la certeza orgánica de que todo vale la pena y de que, pase lo que
pase, el juego está ganado de antemano. ¿Qué mejor regalo le podría haber dado
un padre a su hija?
Mientras aún estoy perdida en todo lo que me
evoca verte, de pronto me surge una pregunta urgente: ¿Habrás vuelto para
quedarte, o sólo estás de paso, en una
especie de vacaciones? La verdad, que te quedaras más tiempo me complicaría las
cosas. No deja de ser irónico que de tanto oscilar entre lamentar el vacío de
ti y no tolerar por mucho tiempo una presencia que a menudo dolía por torpe y
ensimismada, en realidad nunca me había sentido tan serena como desde que te
fuiste, definitiva y totalmente.
¿Entro o me digo que tan sólo te vi en un
desconocido, como de hecho ya me ha pasado, y sigo mi camino?
Tu sonrisa tímida bien vale el nudo en la
garganta. Ya veré qué hago después… Una respiración profunda, camino hacia la entrada empujo la puerta.
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Créditos fotos
Tres calacas: Valeria Almaraz en Unsplash
Calavera de barro: Iván Díaz en Unsplash
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