Huellas en el camino


Huellas en el camino



De más joven, me sorprendía cuando a veces me decían que daba yo la impresión de ser una persona muy tranquila. Más que sorprenderme, me dolía que lo que de alguna manera transmitía, con frecuencia estuviera tan alejado de mi realidad interior.

La verdad es que así como la caricatura, seguido llevaba yo sobre la cabeza mi nube negra particular, hecha de ansiedad y tristeza y alimentada por la famosa trilogía de Beck, es decir “una visión negativa de uno mismo, del mundo y del futuro”.

Creo que fue por eso, por lo menos en parte, que desde chica me llamó mucho la atención el tema del “crecimiento personal” por llamarlo de alguna manera. Es probable que la parte más sabia y sana de mí haya intuido  por un lado, que mi situación “no era vida” y, por otro, que yo sola no podría contra la inercia de años de vivencias, condicionamientos, e interpretaciones menos que funcionales.

Como ya lo mencioné en otro post, desde bastante joven busqué acompañamiento psicológico y algunos años más tarde, cursé la carrera de psicología, y luego una maestría en terapia familiar. Tanto mis estudios, como la experiencia de ser paciente durante muchos años, han enriquecido mi vida en muchos sentidos.

Sin embargo, a la par de mi interés por la psicología y todos sus beneficios, siempre sentí curiosidad por asuntos más de tipo espiritual. A lo largo de los años me he acercado a varias y muy diversas tradiciones de pensamiento, de fe y de práctica de la espiritualidad, que iré abordando en futuros posts.  Como  resultado de esta búsqueda constante, he ido confeccionando una práctica espiritual muy personal, que ha cambiado con el tiempo y que estoy segura que seguirá evolucionando.

Hoy en día, cuando me dicen que parezco una persona muy ecuánime y relajada, lo que siento  es alegría, porque esa impresión que sigo dando, ahora sí es un reflejo bastante fidedigno de cómo me siento la mayor parte del tiempo. La nube negra se ha disipado.


Es obvio que sigo respondiendo a las situaciones difíciles que suceden tanto en mi vida como a mi alrededor; de otra manera, sería un  robot o alguien muy ensimismado. Sin embargo, lo que he aprendido y practicado en estos años me permite sentir mucha paz, incluso en medio de situaciones complicadas y de emociones turbulentas.




¿De dónde viene esa paz? Yo diría que de tener acceso a un punto de vista diferente del que normalmente aprendemos a tener. Para resumirlo bastante, desde esta perspectiva, no tengo absolutamente nada que probar, ni que ganar ni que perder; primero, porque ya todo está ganado de antemano, y segundo, porque la persona que supuestamente tendría que probar o ganar algo o que podría perder algo realmente no existe, o más bien, sí existe pero como parte indivisible de algo mucho, pero mucho más grande y más amplio.

Cabe aclarar que esto no es “cocowash”, ni algo en lo que CREO, ni tampoco una visión superficial y limitada de la vida, por cierto muy de moda en ciertos círculos, según la cual “todo es perfecto y todo es posible”. Es algo que he EXPERIMENTADO. Es de lo que han hablado los místicos durante siglos y es el origen de todas las religiones; la perla escondida (a veces casi enterrada) bajo los rituales, los estilos de vida, y muchas malas interpretaciones y afanes de manipular.

En mi experiencia personal, el enfoque psicológico es increíble y me ayuda a ampliar mi forma de entender la vida y mis circunstancias específicas, así como a manejar a diario aquellas características particulares de mi personalidad, que son mis “tendones de Aquiles”. 
Por otro lado, el enfoque espiritual es lo que lo completa todo. Es lo que me da una perspectiva mucho más amplia; lo que me permite relativizar y darle un significado nuevo y diferente a todo lo que vivo,  y también, como decía una maestra, a “mi forma de estar en el mundo”, con todo y mis  cualidades y defectos. Me alegra mucho no tener que elegir entre un enfoque y otro, puesto que ambos se complementan e incluso se unen en ciertos puntos.

 Si estás leyendo estas líneas es probable que tú también estés en una búsqueda personal.

Si es así, te quisiera decir tres cosas, que para mí  han sido las más importantes en mi propio caminar.

Primero: el acceso a la dimensión más profunda y auténtica del ser no está supeditada a que dediques mucho tiempo y esfuerzo al estudio y/o a la práctica de alguna religión, filosofía o estilo de vida; no es la recompensa al final del camino. Con esto, no quiero decir que los antes mencionados no puedan ser elementos útiles en tu recorrido, pero no pierdas de vista que la realidad que todo lo subyace es más amplia y misteriosa que cualquier cosmovisión y por lo tanto, nunca nada la podrá contener en su totalidad. Como decía un maestro budista en un artículo que leí hace mucho; por mejor que sea un camino, si quieres seguir avanzando, en algún momento tendrás  que dejarlo atrás. El acceso a tu esencia puede ser más sencillo e inmediato, justamente porque es tu esencia. Ten cuidado de no distraerte demasiado con los atractivos y promesas de las teologías u otros sistemas de pensamiento; no dejes que te quieran “explicar” tu esencia, porque tú estás más cerca de ella.

Segundo: sigue siempre tu intuición. La búsqueda espiritual es un proceso y tu sabiduría profunda sabe qué es lo que necesitas en el momento exacto en el que te encuentras. Por más reconocido que sea un maestro o un método o un libro, si no resuena contigo, es porque para ti no es la mejor manera de seguir descubriendo y profundizando. Cuando encuentras algo que de verdad necesitas, naturalmente lo que quieres es explorar al máximo esa opción, aunque por momentos te resulte difícil o muy diferente. Confía en que no estás buscando a ciegas, sino que algo dentro de ti te está guiando por el mejor camino.

Tres: nunca renuncies a tu búsqueda. Las “noches oscuras del alma” son reales y en un mundo como el nuestro, en el que el sufrimiento, la crueldad, la injusticia y la falta de sentido más terribles también son reales, la búsqueda por el bien y el amor absolutos podría parecer cosa de ingenuos. Hace mucho leí en Facebook un post anónimo  que decía algo así: “Los dos errores que se pueden cometer cuando se trata de una búsqueda espiritual son: o no empezar nunca o darse por vencido antes de tiempo”. A lo largo de mi camino, en especial en los momentos de duda o de agotamiento, siempre hubo personas que con sus escritos o pláticas me indicaban que no estaba perdida y que mi búsqueda no era una locura. Sus palabras eran como huellas en mi camino, prueba de que alguien ya había pasado por ahí antes que yo. Ojalá yo pueda cumplir esa misma función en tu camino. Así que, si ya empezaste, no renuncies antes de tiempo.

En la Biblia hay una frase que habla de “la paz que sobrepasa todo entendimiento”. Mi experiencia personal es la de que,  aunque tengo preguntas para las que sé que nunca habrá respuesta; aunque nunca entenderé cómo puede haber tanto mal en este mundo, la paz no sólo la siento, sino que sé que es la esencia de todo lo que existe. Es esa paz la que me da la certeza de que no hay nada que ganar ni que perder. Aunque yo muera, no pierdo. ¿Cómo no estar tranquila y alegre sabiendo eso? No creyéndolo, ni esperándolo, sino sabiéndolo.


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