¿Con el desarrollo personal basta?

    ¿Con el desarrollo personal basta?

Desde joven tuve acompañamiento psicológico para manejar temas complicados y dolorosos que se me habían acumulado desde la niñez. Tuve la inmensa fortuna de conocer, hace más de veinte años, a una terapeuta increíblemente humana, ética y preparada que me ha seguido en todos los momentos importantes de mi vida y que es una de las personas a las que más quiero en este mundo. Como dice un amigo mío, muy querido y psicoterapeuta también, aunque a mucha gente le pueda parecer un gasto fuerte, una terapia bien llevada es en realidad una inversión que nos ahorrará mucho a la larga, y no sólo en términos monetarios. 

Debido a esta experiencia temprana que tuve de un buen proceso terapéutico, soy la primera  en confirmar y recomendar los beneficios de "invertir en uno mismo". También yo soy psicóloga de formación y con frecuencia leo sobre esta disciplina y en general sobre temas relacionados con el crecimiento personal.  Por poner un ejemplo, hace más o menos un año, leí el exitoso libro de Marie Kondo "La magia del orden" y puedo decir que esto me permitió hacer varios cambios, tanto a nivel de conductas como de formas de pensar (despojar mi casa de cosas superfluas, valorar más los objetos que sí conservé y necesitar comprar cada vez menos), que sin duda han traído a mi vida un mayor nivel de bienestar.

Desde esta perspectiva, me parece muy positivo ver a mucha gente a mi alrededor tomando distintas medidas cuyo objetivo es mejorar su vida. Hay quienes se inscriben a clases de yoga o crossfit. otros toman sesiones de coaching o cursos de desarrollo personal. Muchos dan su mejor esfuerzo en el trabajo para así poder cumplir sus aspiraciones profesionales y personales, mientras otros más dedican mucho tiempo al estudio y práctica de alguna religión o filosofía de vida. Y todos ellos tienen mucho que decir sobre los beneficios que han cosechado de estas actividades.

Todo esto es muy bueno. Sin embargo, he notado que si nos enfocamos demasiado en lograr "ser la mejor versión de nosotros mismos", nos podemos cerrar a experiencias mucho más profundas y significativas. Mientras pensaba en el contenido de esta entrada, me acordé de una frase de Osho, que leí hace muchos años y que decía algo como que "incluso un ego dorado sigue siendo un ego". En otras palabras, por más trabajada que esté nuestra personalidad, por más exitosa y plena que hayamos logrado que sea nuestra vida, si nos quedamos ahí, nuestra experiencia no puede más que ser limitada. ¿Por qué? Porque como dice la canción, "aunque la jaula sea de oro, sigue siendo prisión". Mientras me siga yo identificando con la persona que me mira desde el espejo, mi experiencia será terriblemente restringida, aunque no necesariamente me dé yo bien cuenta de eso.

¿Quién soy entonces? ¿Qué soy? ¿Habrá algo más allá de esta persona, con su historia, características, condicionamientos, gustos, cualidades y defectos particulares? ¿Será lograr que las cosas sean lo más posible como yo quiero que sean el objetivo principal de esta vida?

Ha sido mi experiencia la de que vale la pena explorar este tipo de preguntas porque nos pueden ir mostrando un camino mucho más amplio, en el que la paz, la alegría y la libertad que se pueden sentir no tienen que ver con qué tanto se apega mi vida a los parámetros comunes de felicidad, éxito y/o suerte, es decir, no están supeditadas a lo que nos sucede o deja de suceder.

Cuando vivimos la experiencia plena y contundente de que quienes somos no es una persona, sino más bien el "espacio", o la "luz" (por referirme de alguna manera a ese gran misterio) en la que se manifiestan, en formas siempre cambiantes, esa persona y todo lo que ella experimenta, nos queda claro que no importa tanto si en la historia que estamos presenciando predominan la felicidad y los logros o las pérdidas y el dolor.  Ese "espacio" o "luz" son   paz, alegría y amor eternos e infinitos (de nuevo por describirlos de alguna manera, aunque sea limitada) y desde esa esencia, bendicen y llenan de gracia cualquier cosa que en ellos se manifieste, Este espacio abarca  tanto lo que consideramos "bueno", como lo que entendemos como "malo" y lo redimensiona y lo resignifica todo. El resultado es que las alegrías se expanden , y las penas, aunque no necesariamente dejan de doler, se viven en un océano de paz y consuelo.

Desde la infinita gracia que es nuestra esencia, no hay nada que lograr, ni tampoco nada tiene que mejorar. Cuando sabemos esto en lo más profundo de nuestro corazón, la libertad que se nos revela es indescriptible. No hay paraísos que ganar, ni infiernos que evitar. No hay virtudes que alcanzar ni defectos que erradicar.

Claro que sigue siendo válido e interesante trabajar en la persona que somos, así como buscar tener la mejor vida posible. Sin embargo, nuestro horizonte tiene que ir más allá de eso, para algún día poder darnos cuenta no sólo de que hemos estado viviendo en una jaula, sino también y sobre todo, que podemos salir en cualquier momento. 

Sucede con frecuencia que cuando nos vamos sumergiendo poco a poco en la  realidad esencial de nuestro ser, los "cambios positivos" que tanto anhelábamos se van dando naturalmente, sin forzar nada y las "cosas negativas" lo dejan de ser a nuestros ojos. Pero esto lo vivimos como un efecto secundario y ya no como nuestra meta principal.

A primera vista, empezar a enfocarnos en esta realidad sutil podría parecer poco emocionante. No hay metas ni retos cuantificables que ponernos, ni tampoco se deben adoptar estilos de vida glamurosos, ni religiones ni preceptos exóticos. En este sentido a nuestro ego no se le ofrece ningún caramelo atractivo para que se anime. No obstante, lo que vamos descubriendo, si es que damos el primer paso, es "mayor" y "mejor" que cualquier recompensa que nos podamos imaginar.

Crédito foto columpio: Jonathan Wards en Unsplash

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